Lunes 26 Julio
Mateo 13, 31-35
~ El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza ~
Las dos parábolas que tenemos en este Evangelio, junto con la anterior, la del sembrador, muestran la desproporción que existe entre los orígenes del Reino y lo que será luego de su maduración. No sabemos si la intención de Jesús ha sido que sus oyentes, los que lo siguen en multitud y que quizás esperaban la irrupción de un Mesías más poderoso, entendieran que el Reino de Dios no se presentaría como una realidad soberbia o apabullante, sino todo lo contrario: como una realidad modesta.
La parábola del grano de mostaza nos induce a entender que el Reino crecerá en extensión; y la de la levadura, que lo hará en intensidad. Hay que leer aquí el testimonio del evangelista Mateo. En el momento histórico en que él escribe, ya está viendo ese árbol y esa levadura alcanzar su cometido. Constata que el ministerio apostólico de Jesús y el de sus discípulos en la primera comunidad, ya ha puesto en franca expansión las realidades del Reino. Los pájaros que anidan en las ramas del mostacero son los pueblos paganos que se han incorporado a la Iglesia.
La abundancia de la mostaza y la eficacia de la levadura simbolizan la presencia de los grupos cristianos en la humanidad, y el modo en que madura a la sociedad desde dentro de ella.
Nosotros vivimos la presencia de Jesús y la misión de la Iglesia de una manera gratuita. Es probable que no nos preocupemos de hacer crecer y fermentar el Evangelio que hemos recibido. De ser así, hoy es un buen día para hacernos contemporáneos de los primeros seguidores de Jesús, e intentar, en lo mínimo siquiera, expandir la Buena Noticia de Jesús y la vida sacramental y apostólica que nos pide la Iglesia. Seamos conscientes de que la misión de Jesús no se ha completado. Nosotros volvemos a ser esa incipiente semilla de mostaza y esa poca levadura que estamos llamados a desarrollar. Pensémoslo bien, estamos hechos para más, y es posible que hayamos saboteado este don, permaneciendo arbustos y masa sin levar.
Oración:
Señor Jesús, que no me quede sin desarrollar, ni permanezca un arbusto, cuando estoy llamado a ser un gran árbol y a servir a cuantos se acercan a mi sombra. Ayúdame a desarrollar mis capacidades espirituales, a que abra mi entendimiento al misterio de tu Reino, a que me sea familiar la forma en que haces crecer a los tuyos, a los que te seguimos y esperamos de ti.
Permite que desde el hogar, junto con mi familia, estemos dispuestos a influir en el mundo con las exigencias de tu Reino, que hagamos levar la sociedad a partir de tu doctrina y de tu vida. Amén.