Martes 10 Diciembre
Mateo 18, 12-14
~ Les aseguro que se alegrará más por ella
que por las noventa y nueve que no se le perdieron ~
El Padre de Jesús es principio de unidad de todo lo creado. Que alguien de nosotros se pierda, da contra el proyecto original de Dios.
Es posible que quienes criticaban a Jesús: “Éste recibe en su casa a pecadores y come con ellos” (Lc 15,1) le hayan arrancado esta parábola.
Los perdidos de hoy, igual que los del tiempo de Jesús, son los marginados, los indeseables, los que parecen una carga para la sociedad. Pero Dios no quiere que ninguno se pierda, de manera especial los más pequeños.
Es probable que nosotros propiciemos o practiquemos la marginación. De ser así, hoy podemos recoger la enseñanza de este Evangelio: la Alegría de recuperar a alguien.
En nuestras matemáticas, perder una de cien no es una desgracia. Pero en la economía de Dios, la pérdida de una sola persona cuenta más; por eso mismo, porque está desprotegida, vulnerable, no tiene una comunidad que salga por ella.
Una buena motivación de solidaridad y subsidiariedad, se basa en esta alegría de salvar lo perdido. No se trata de un falso heroísmo, sino del gozo de recuperar a quien es igual que yo. De alguna manera, salvándolo a él me rescato también a mí.
El lugar de cada uno de nosotros es la familia, cuando estamos fuera de ella estamos perdidos. El lugar de la salvación es la familia y la comunidad de Dios, fuera de ella, corremos el riesgo de perdernos para siempre.
¿Has recuperado a alguien que se había perdido? ¿Tú mismo has estado extraviado? ¿Qué se siente ser rescatado?
¿En este momento de mi vida, me encuentro perdido?
Oración:
Gracias Padre bueno, porque no te contentas con las noventa y nueve, y me quieres de regreso. Gracias, porque tu ternura me consuela.
Induce mis pasos para que siempre pueda recoger a los míos en la familia y en tu casa, que ninguno de los míos tenga que pasar los días extraviado. Y que yo no propicie marginación alguna. Amén.
