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16 septiembre, 2021

Agradezcamos Como La Pecadora…

Jueves 16 Septiembre

Lucas 7,36-50

 

~ Sus numerosos pecados, le han sido perdonados

porque ha demostrado mucho amor ~

 

La experiencia de fe conduce al perdón, y este a una fe libre y liberadora. La pecadora que rompe con su marginación social creyó y amó a Jesús; apostó su vida en un solo acto de purificación, y Jesús le concedió la libertad y la paz.

 

La mujer habría oído que Jesús no condenaba a los pecadores; como había sucedido en casa de Leví (5,29); y así, se atrevió a intentar una relación nueva con Dios y con los demás. Llevó el perfume como símbolo del amor. La mujer consideró que lo más grande que le quedaba en su persona, y que nadie había corrompido, era su fe, su amor y su necesidad de ser perdonada. Reconoció a Jesús como “Profeta de Dios”, a diferencia de Simón, que lo llama “maestro”.

 

La parábola se desenlaza mostrando que Dios no es un acreedor implacable, sino un Padre que ama y perdona.

 

Pensemos en la experiencia del agradecimiento: el arameo usa “amar” para indicar la reacción afectiva de quien ha sido beneficiado con algo grande e importante, “agradecer”. Por eso, de los dos que debían al prestamista, a quien se lo perdonó más, agradeció-amó más. Imaginemos el amor y la gratitud de la pecadora cuando, en lugar de recibir el repudio y la exclusión en aquel banquete, es acogida y perdonada por Jesús. La fe y el deseo de adherirse a Él colocaron a la mujer en un franco estado de salvación; tan es así, que se la percibe llena del Espíritu de Dios.

 

¿Cuánto se me ha perdonado? ¿Cuánto he agradecido a Jesús? ¿Cuándo me he atrevido, a semejanza de la pecadora, a romper con mi marginación? ¿Cuándo estaré dispuesto a apostar la vida en un solo acto de purificación?

¡Gocemos del amor que produce el perdón y de la libertad y paz que solo Jesús nos puede conceder!

 

¡Agradezcamos como la pecadora!

 

Oración:

Señor Jesús, hoy te puedo decir “gracias”, sabiendo que digo: “Te amo”; me tiembla el corazón de solo imaginar el universo de personas que te han amado a través de estos veinte siglos. Renueva en mí la conciencia de mi pecado, para que pueda yo buscarte igual que la pecadora en casa de Simón; que me libere de prejuicios de fe y religión, y me acerque al banquete de tu Eucaristía. Ayúdame a ser menos condenatorio con los demás, a que siempre comprenda que cada persona tiene una historia personal respetable, y que tú tienes un plan para cada uno, incluso allí, en el límite del pecado y la marginación.

 

Permite que junto con los míos experimentemos la gracia de tu perdón, y seamos agradecidos cada día. Amén.

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