Jueves 2 Marzo
Mateo 7, 7-12
~ Si, pues, ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos
dará cosas buenas a los que se las pidan! ~
Jesús quiere que aprendamos a pedir. No algo pequeño o grande, sino el don divino, es más, que aprendamos a pedir a Dios mismo como don. Si Él nos da su persona y su Espíritu, podremos amar y servir a los demás.
No está mal pedir por nosotros y nuestras necesidades, pero hemos de aprender a ir más allá. La oración es como una escalera que nos sube de nivel en nuestras peticiones. Si la hacemos bien: pidiendo, buscando, y llamando, Dios nos concederá cuanto le pidamos, sobre todo, si eso que estamos pidiendo contribuye a la vida de la comunidad.
En el ejercicio de la oración, vamos siendo conscientes de nuestra propia necesidad y de la de los demás. Mientras más oramos, más asumimos la necesidad que tenemos de Dios.
Es posible que si insistimos en la oración, sobre todo a través de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, experimentemos en este orar, un proceso de purificación de nuestros pensamientos y de nuestros deseos, por tanto en un referente principal de nuestra vida cotidiana. De ser así, de alcanzar un buen nivel de oración, seremos buenos testigos del amor de Dios en los diferentes ambientes de nuestra vida: personal, familiar, comunitaria, laboral y cívica.
Oremos pues, al ritmo de nuestras vidas, en las penas y en las alegrías. Oremos con acciones concretas de amor. Transformemos a cuantas personas encontramos en nuestro camino, con la vitalidad interior de nuestra relación con Dios.
Oración:
Señor Jesús, confío en ti. Ahora sé que si te pido, me darás; que si te busco, te encontraré; que si toco a la puerta de tu corazón, me la abrirás, porque quieres darnos lo mejor: a ti mismo como don.
Permite que mi familia y yo, pidamos siempre lo mejor para nuestra salvación y para el bien de los demás. Que con una oración continua y profunda, logremos transformar nuestras realidades, de acuerdo con tu proyecto de amor. Amén.