Miércoles 30 Octubre
Lucas 13, 22-30
~ Luchen por entrar por la puerta estrecha…
pues los últimos serán los primeros,
y los primeros serán los últimos ~
La puerta estrecha se cierra al caer el día y en la última jornada de nuestra vida. Cuando esto suceda para nosotros, no seremos juzgados según nuestros presuntos privilegios, sino según nuestras obras.
Nuestra vida transcurre antes de que se cierre la puerta. Pero no sabemos si hoy mismo se nos cierra en nuestra historia personal. Por eso no podemos perder el tiempo en banalidades. Sin que vivamos ansiosos, más aún, viviendo plenos nuestro día a día, estamos llamados por Jesús, a través del Evangelio de hoy, a obrar la justicia y a omitir la iniquidad. Y actuando así, a superar nuestra pretensión de privilegios con un verdadero compromiso por Jesús. Es que no basta declararse amigos de Jesús: “Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”.
La verdadera amistad con Él se nota en nuestra forma de vivir, en la bondad de nuestro corazón, en la humildad, la mansedumbre y la misericordia, en nuestras obras en favor de la justicia, la verdad, la reconciliación y la paz.
Así, el número de los que se han de salvar, de cierto modo, no está determinado por Dios; en efecto, depende de la decisión y esfuerzo de cada uno de nosotros.
No sabemos cuándo será demasiado tarde para entrar en la vida definitiva de Dios, pero sí sabemos cuál es nuestra tarjeta de presentación y nuestro pasaporte: la vida del día a día, vivida en una mantenida opción por Jesús, obrando la inclusión y la justicia para todos, y en especial para los marginados.
Consigamos nuestro pasaporte de la mejor manera, y sigamos viviendo con alegría, antes de que se nos cierre la puerta. Después de todo, con un pasaporte original como ese, sabemos que entraremos.
Oración:
Señor Jesús, me alegra tu Palabra. Imagino que cuando llegue mi día, no será fácil, pero cuento con tu misericordia. Ayúdame a obrar con justicia y verdad. Que mi vida profesional discurra en una continua alegría por servir a mis semejantes. Enséñame a obrar el bien, a crecer en la construcción de la justicia y a ser tu mejor amigo.
Permite que junto con mi familia nos encontremos un día frente a tu puerta, abierta o cerrada, pero con el pasaporte de nuestras mejores obras en la mano y el corazón; y con la humildad de sabernos tus amigos, esos de verdad que nunca te abandonaron en las buenas ni en las malas. Esos que te reconocimos en tantos rostros de hermanos nuestros que necesitaron una pequeña pero importante obra de misericordia. Amén.