Lunes 27 Septiembre
Lucas 9, 46-50
~ Pues el más pequeño de entre ustedes, ése es mayor ~
La ambición del grupo confirma que no han comprendido lo anterior: el Mesianismo de servicio y no de dominio que propone Jesús.
Por ahora han de entender que en la misión, solo quienes intentan con el espíritu de servicio humilde, semejante al de un chiquillo/criadillo, pueden llevar la presencia de Jesús y del Padre a los demás. Así se entiende “el que recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado”. Entonces, la verdadera grandeza consiste en la ausencia de ambición.
Estos mismos discípulos, que no han comprendido del todo el programa de Jesús, han impedido que alguien expulsara demonios en nombre de su maestro.
Juan es uno de los Doce, representa al grupo y al Israel que espera un mesías nacionalista. En el fondo, no han impedido que aquel discípulo anónimo expulsara demonios solo porque no anda con ellos, en el grupo, sino porque su ministerio no se aviene a las categorías del judaísmo que, por otro lado, son contrarias al mensaje de Jesús.
Jesús intenta abrir sus horizontes, su mentalidad: que entiendan que las nuevas categorías del Reino se implantan y superan las del judaísmo tradicional: el mejor lugar en la comunidad no lo tiene el que se ostenta, sino quien sirve, aquel que se esfuerza en hacer la voluntad de Dios, y no la de un grupo de poder en la institución judía.
Los que lo siguen deben asumir que el mayor en el Reino de Dios es el más pequeño, el pequeño y más pobre que reconoce su absoluta indigencia y dependencia delante de Dios. Y si alguien quiere ser más grande que ellos, será aquel que los ame y los sirva como Cristo mismo, por voluntad y amor del Padre.
Oración:
Señor Jesús, muchas veces he querido ser el primero en todo. Me apena darme cuenta de que en todas esas ocasiones fui inmaduro y pretencioso. Con el paso del tiempo me he vuelto más mesurado en mis ambiciones; me ilusiona llegar a ser libre como un niño, sin mayores pretensiones que las de servirte y amarte.
Permite que en mi casa, junto con los míos, hagamos de esta actitud un camino espiritual. Que alcancemos el cielo por medio de un espíritu humilde, de abandono y confianza en ti. Que encontremos a Dios nuestro Padre, ayudados por ti. Danos la gracia de ocupar un lugar en tu Reino del cielo. Amén.