Viernes 28 Mayo
Marcos 11,11-26
~ Mi casa será llamada casa de oración para todas las gentes
¡Pero ustedes la han convertido
en una cueva de bandidos! ~
La denuncia de Jesús sobre la higuera y sobre el templo, deja claro que a partir de él comienza una nueva época para los creyentes y para todas las gentes. El templo se había convertido en instrumento de explotación económica (Cfr. Zac 14,21), sobre todo para los más pobres. El atrio del templo, cuya función era permitir el ingreso a los gentiles, para atraerlos al conocimiento del verdadero Dios, lo habían profanado, convirtiéndolo en vía pública.
Los sumos sacerdotes y los letrados, debieron rabiar ante el calificativo de Jesús sobre el templo: cueva de bandidos, es decir, lugar donde almacenan el botín de sus depredaciones.
Jesús los purifica de la idolatría del poder y del dinero; desea una nueva religión y un nuevo templo. En el texto paralelo del evangelista san Juan, encontramos que después de purificar el templo con ese signo profético, echando a los vendedores y cambistas, Jesús se define a sí mismo como nuevo templo: “Destruyan este templo y en tres días lo levantaré… Él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2,19-21)
Después de dos mil años, nosotros vivimos a Jesús como nuevo templo desde los sacramentos. Pero también celebramos como comunidad en nuevos templos que, igual que entonces, debemos purificar. Preguntémonos si nuestra fe es lo suficiente pura y abierta como para contagiar a los no creyentes o a quienes están en búsqueda de ver la luz de Dios en nuestros templos, en nuestras casas y en nuestra forma de ser cristianos.
¿Cuáles son nuestras idolatrías?
Permitamos que Jesús nos purifique, que arroje de nosotros y de la Iglesia todo lo que es contrario a él.
Oración:
Señor Jesús, ¡purifícanos!
Haznos comprender que nuestra relación de familia y de comunidad, no debe ser mediada por ideologías que usurpan tu lugar. Déjanos entrar en tus atrios y experimentar que somos libres de amarte y de seguirte. Amén.