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7 agosto, 2020

Experimentemos a Dios

Domingo 9 Agosto

Mateo 14,22-33

 

Los discípulos de Jesús empiezan a experimentar a Dios en Jesús. Mateo nos induce a pensar que Pedro tenía desde entonces una relación cercana con Jesús. Se atreve a pedirle que le mande ir hacia él caminando sobre las aguas. Parece una pretensión de Pedro, pero ha servido para enseñar que nos hace falta familiarizarnos con la presencia de Dios. Por eso hemos escogido esta idea central: Experimentar a Dios.

Nos viene muy bien incursionar en este evangelio hoy, de manera particular porque vivimos tiempos en que el mundo no está preparado para vivir la presencia de Dios; por eso está lleno de miedos, de fantasmas y de tormentas.

La barca en la que los discípulos se dirigieron a la otra orilla mientras Jesús despedía a la gente, puede verse como figura de la comunidad. La otra orilla como el país distinto, el otro mundo. Y el viento contrario como la resistencia de los discípulos a alejarse de sus seguridades, a dejar el lugar en el que están teniendo éxito.

Caminar sobre el agua, ha de entenderse como prerrogativa divina. Pedro quiere gozar de la condición divina, pero como favor o milagro de Jesús, no como fruto de su esfuerzo personal. Además, quiere participar de esa condición divina sin obstáculos.

Para experimentar a Dios, es necesario mantenerse en medio de cierta bruma o confusión, con una fe madura. Es necesario irse familiarizando con su presencia.

 

Para experimentar a Dios:

Postrémonos

Cuando Mateo escribe que los que estaban en la barca se postraron, dice que aquellos discípulos progresaron en su fe. Un momento antes estaban espantados: daban gritos de terror, pero Jesús los tranquilizó diciéndoles: No teman “Yo soy”. Hay un cambio de actitud ante ese “Yo Soy”. Se dan cuenta que están ante Dios, el Dios de sus antepasados que ahora se manifiesta en Jesús. Entonces se postran.

Si queremos experimentar a Dios, hay que aprender a postrarse, en nada nos empequeñece; al contrario, nos permite gozar de su presencia como una brisa suave. Si dejamos que Dios nos imponga, nos cubrimos y nos postramos, alcanzaremos la mejor de las contemplaciones. Estaremos yendo muy allá en la experiencia de Dios.

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