Familiares de Dios

Domingo 7 Junio La Santísima Trinidad

Juan 3,16-18

 

Nuestra vida cristiana transcurre en la presencia de Dios que es trinidad de personas. Así fuimos bautizados y así moriremos, en la certeza de ser familiares de Dios, de estar llamados a vivir en su vida intratrinitaria.

Cuando escuchamos en el Evangelio de Juan que “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único…”, podemos entender a Dios trino como una familia que nos incluye en su proyecto de comunicación de vida y de amor. Dios mismo se acerca, no escatima en darnos lo más familiar de sí, lo más íntimo, su propio Hijo. El trasfondo de esta donación en Antiguo Testamento, es la historia de Abraham, —Gn 22,2— cuando Dios lo invita a sacrificar a su hijo. Dios no permitió ese sacrificio de los hombres, pero sí decidió dar a su propio Hijo. En el fondo encontramos la donación de vida y de amor que es Dios, pura vida de familia. Una vez que nos dio a Su Hijo, quedamos integrados en su misterio, nacimos en su seno familiar para toda la eternidad, somos familiares de Dios. Esta es nuestra identidad y nuestra pertenencia.

Al celebrar hoy La Santísima Trinidad, queremos hacer la experiencia de vivir nuestra familiaridad en Dios. ¿Pero cómo lo haremos?

Dejémonos transformar por la familia trinitaria

El amor nos transforma, nos hace capaces de ser don y vida para otros, a la manera de la paternidad divina, compartiendo lo más íntimo que llevamos, para que los demás tengan vida. La comunicación cotidiana de vida y de amor, nos permite descubrir nuevos horizontes de familia, insondables maneras de vivir la plenitud de la comunicación y el amor.

Nos dejamos transformar por la familia trinitaria desde el Pan Eucarístico, desde la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en que somos salvados, en el sentido de que somos llevados a la relación trinitaria de Dios.

En la fiesta de La Santísima Trinidad, estamos llamados a hacer un mundo y una historia humana con calor de hogar… de familia en el sentido más pleno de Dios.