Viernes 26 Noviembre
Lucas 21, 29-33
~ Cuando vean que sucede esto,
sepan que el Reino de Dios está cerca ~
Jesús añade esta última parábola para completar su respuesta sobre cuándo sucederá la ruina de Israel, o el fin del mundo (v7) y la llegada del nuevo orden mundial.
Es evidente que con la predicción: les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda, Jesús afirma que su generación verá, no el fin del mundo, sino la caída de Jerusalén, su destrucción en el templo y como ciudad; es el mismo tiempo en que se abre el Evangelio y el reino de Dios a los no judíos.
Así, el tiempo de la primavera del Reino es el tiempo presente; el momento en que la madurez del anuncio de Jesús lleva a la madurez a sus seguidores. Y sus frutos serán el trabajo de cambiar la sociedad, con palabras y testimonios.
Es probable que quienes escucharan los “brotes” en la parábola de la higuera hayan asociado esta imagen con el cambio de sus propias vidas y de cuantos estaban recibiendo el influjo del Evangelio. Si nos adentramos en la psicología de los oyentes, encontramos que a medida que constataban la fuerza del Evangelio, es decir, la forma radical con la que cambiaba la vida de quienes se dejaban alcanzar por la Palabra y los portentos realizados por Jesús, más se sentían completos para la siguiente etapa de sus vidas. Tanto que la misma ruina de Israel, con la consecuente destrucción de su templo, pudo pasar a segundo plano respecto de la esperanza en una nueva sociedad, ahora incluyente y universal.
Cada uno de nosotros vive el fin del mundo en la conciencia de sus propias limitaciones, y en la experiencia inaplazable de su caducidad. Y en esta realidad nuestra incluimos, por razón natural, los signos de caducidad que el mismo mundo nos muestra. Es así como cada generación produce sus propias imágenes caóticas y del final de la historia, mismas que a nosotros toca cargar de sentido en Jesús.
El futuro ha de ser siempre alentador. Más aún, ya está presente entre nosotros, en el “hoy” de la salvación que Jesús nos dio desde su muerte y resurrección.
¡Hagamos que el futuro cuente! Veamos nuestra generación como la primera y la última en dar el salto a la nueva vida en Jesús, desde un nuevo orden mundial y desde la superación de nuestras propias contingencias en el sacramento que es Cristo.
Oración:
Señor Jesús, ¡qué aprisa pasa la vida! Apenas empiezo a entender tu misterio, y lo más probable es que muy pronto me toque ver el final de mi vida; ayúdame a vivir con intensidad estos días, a reconocer mis propios brotes, y a esperar con alegría el momento en que mi día final suceda. Que logre yo influir con este pensamiento en mi entorno laboral y social; y podamos hacer que nuestro futuro cuente.
Permite que junto con los míos gocemos de la salvación que nos traes. Que hagamos de nuestro hogar un santuario de tu presencia y un faro encendido que, iluminando hacia su horizonte, espera el amanecer. Amén.