Jueves 18 Mayo
Juan 16, 16-20
~ Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo” ~
En la lectura continuada de este discurso de despedida de Jesús, parece sobreabundante el tema: alertar a sus discípulos respecto del “mundo” que enfrentarán. Sin embargo, fue necesario, y lo sigue siendo hoy para nosotros. Es que nos encontramos en condiciones semejantes. Estamos sujetos, igual que ellos, a las vicisitudes de una historia que tiende a escribirse excluyendo el horizonte de Dios. Y, no obstante, la posible tristeza que esta realidad nos pueda causar se convierte, al mismo tiempo, en el más grande gozo.
Pero, ¿cuál es ese gozo del que habla Jesús? Que a cada prueba exterior, a cada sentimiento de lejanía o de desamparo en el ejercicio de nuestro testimonio, tendremos una nueva presencia de Jesús; es la alegría del Espíritu.
Ese dentro de poco no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver, se entiende por el breve tiempo que separa la cena de la pasión de sus apariciones pascuales. Y de igual manera, se convirtió en “el Tiempo” que estamos viviendo, entre su ascensión al cielo y su última venida.
Hoy podemos encontrar razones para vivir esta alegría: descubramos que el “tiempo de la Iglesia” es crucial para la historia de la salvación de la humanidad. Gocemos de la presencia nueva de Jesús; esta forma de presencia tiene mucho de individual y todo de comunitario. Se relaciona con la forma en que enfrentamos el mundo y lo interpretamos.
¿Con cuánta alegría vivo mi tiempo?
Oración:
Señor Jesús, que mi alegría sea siempre plena. Enséñame a vivir los entrecruzamientos de tu tiempo de salvación en medio de nuestro tiempo de desamparo. Que siempre encuentre el momento para vivir la alegría de tu presencia.
Permite que con mi familia seamos una expresión auténtica y mantenida de la alegría que solo tu Espíritu puede darnos. Amén.