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18 marzo, 2022

Intuyamos A Dios

Sábado 19 Marzo

San José esposo de la Sma. Virgen María

Lucas 2, 41-51

 

~ ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre? ~

 

En tiempo de Jesús todo varón hebreo, que viviera a un día de camino de Jerusalén debía acudir a la fiesta anual de Pascua, a la de Pentecostés —primicias— y a la de los tabernáculos —cosecha—.

 

José y María estaban cumpliendo con esta ley. Pero, además llevaron a Jesús, que cumplía doce años de edad, para iniciarlo en la ley con la ceremonia que hoy se conoce como Bar Mitzvah, que significa —hijo del mandamiento—. A partir de ese momento los jóvenes judíos empiezan la educación en la Torá y la lectura de las escrituras, que los preparan para cumplir con los deberes de todo varón hebreo adulto.

 

Jesús decide quedarse más tiempo entre los maestros del templo. Quizá haya sido su primer acto de autonomía luego del Bar Mitzvah. Sus papás no lo comprenden del todo. Y es posible que Jesús tampoco. Desde este Evangelio podemos entender esos raros momentos de familia en los que no tenemos claro nada, y sin embargo, sabemos que Dios tiene un plan sobre nosotros.

 

Si recordamos un poco, la Virgen María intuyó el misterio de Dios sobre ella en la Anunciación. San José durante un sueño. Y es muy probable que Jesús aquí, en el templo. Solo así se comprende la demora de Jesús, su insistir con preguntas y respuestas a los maestros, y sobre todo, que haya corregido el dicho de su madre: “tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre”. Él intuye con toda claridad que tiene otro Padre, entiende que hay un designio divino sobre él. Al llamar a Dios su Padre, se independiza de sus padres y de los representantes religiosos de Israel. Y aun así, respeta los tiempos de esta independencia. “Volvió con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad”.

 

¿En qué momento de tu vida, has intuido a Dios?

¿Cómo has respondido?

 

Oración:

Señor Jesús: enséñame a intuir a tu Padre.

 

Haz posible que junto con los de mi casa, nos ocupemos de las cosas de Dios, pero sin dejar de lado la autoridad de nuestros padres de la tierra, a semejanza tuya. Amén.

 

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