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15 septiembre, 2022

La Auténtica Administración De Los Bienes

Domingo 18 Septiembre

Lucas 16, 1-13

 

~ No pueden servir a Dios y al dinero ~

 

En el itinerario del evangelista San Lucas, hemos venido reflexionando sobre las exigencias del Reino. Hemos visto las condiciones para seguir a Jesús y las opciones que hay que realizar, si queremos alcanzar las realidades eternas. Hace unos días, vimos cómo algunos escribas y fariseos, que no entienden las bondades del nuevo orden social, las realidades del Reinado de Dios, murmurando por la manera en que Jesús acerca la salvación a todos, incluso a los publicanos y pecadores, le arrancaron a Jesús la más bella parábola jamás contada, la del Padre misericordioso y el hijo pródigo. Descubrimos ahí, que cuando el ser humano se aleja de Dios está propenso a caer en los peores errores, como el de la “idolatría” como el pueblo que se había hecho un becerro de oro para adorarlo, o como la degradación hasta la animalidad, como el hijo pródigo que deseaba comer la comida de los puercos.

 

Hoy, encontramos a Jesús tocando un tema meramente social: “La administración de los bienes temporales”, que es una traba para alcanzar los bienes eternos, visto que muchos hacen del dinero su dios.

 

¿Cómo administrar nuestros bienes hoy? Es la gran pregunta. Por eso hablamos de la “auténtica administración de los bienes”, especialmente cuando contemplamos un panorama desgarrador en la injusta distribución de las riquezas de la tierra. Y en las injusticias que los intereses por el dinero crea. Además, descubrimos que las personas creyentes, incluso, han perdido en gran parte el gusto por administrar los bienes eternos, aquellos que se mueven en la “lógica del amor”, la fraternidad, la comunión, la generosidad.

 

Oración:

Señor Jesús, enséñame a compartir mis bienes como ejercicio de la administración que me has encomendado. Que te sirva solo a ti. Líbrame de caer en la idolatría del dinero y del poder público.

 

Haz que desde nuestra familia, nunca perdamos la capacidad de administrar y de administrarnos, sabiendo que el destino universal de cuanto tenemos, es el bien de todos. Amén.

 

 

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