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11 septiembre, 2020

La correspondencia del perdón

Domingo 13 Septiembre

Mateo 18,21-35

 

El perdón no es un acto aislado. Cuando sucede, cuando una persona perdona de corazón, esta acción se convierte en todo un acontecimiento; una vez que se da el perdón, hay un antes y un después. La vida de todos cambia, la del que recibió el perdón, la del que perdonó y la de la comunidad. Porque el perdón es capaz de modificar la conducta individual y social.

El perdón no nace de una reflexión mental o de la conveniencia, nace como un proceso interior de valoración en el amor. El origen del perdón es Dios mismo, es Su amor. Por eso decimos aquí que nuestro perdón tiene un correspondiente, el perdón que primero hemos recibido de Dios; ese perdón que nos hizo libres y felices, que nos hizo ricos en la experiencia de ser perdonados, en la experiencia del amor de perdón. Una vez que se lo ha experimentado, no podemos ser tan mezquinos como para no multiplicar su bondad, su beneficio a quienes nos deben menos de lo que se nos ha perdonado.

Para perdonar de corazón, hay que moverse en la correspondencia del perdón, hay que perdonar desde Dios; esto es esencial, especialmente para quienes se han sentido tan lastimados, tan heridos que consideran imposible conceder su perdón. Desde la correspondencia del perdón, encontramos el camino para comunicar la alegría y la libertad de ser perdonados.

¡Qué importante ejercitar esta correspondencia espiritual, cuando vivimos como en tiempo de Cristo, la “ley del talión”, cuando hemos integrado en nuestro lenguaje cotidiano expresiones como “ajuste de cuentas”, cuando podemos ver que un perdón no auténtico, no total, deriva en nuevas formas de esclavitud individual y social!

Nosotros queremos actuar el perdón como don que viene de Dios, el perdón cuyo origen es la misericordia de Dios, porque:

 

El perdón nos hace libres

El perdón cambia vidas. La acción del perdón es un acontecimiento único, que como en el terremoto, se origina en el perdón de Dios como epicentro y se multiplica en réplicas de bondad y de liberación.

Nuestro perdón no solo nace de nosotros, como actitud ética o moral; no surge aislado, sino que se informa en la correspondencia del perdón originante de Dios que nos amó así, cuando todavía éramos pecadores.

Perdonar siete veces, en boca de Pedro, pueda significar un número suficiente de veces para perdonar, o perdonar siempre, o perdonar perfectamente. Así Cristo habría comprendido de Pedro: ¿Debo perdonar perfectamente? Y le habría contestado —setenta veces siete—, debes perdonar perfectamente. Pero aquí queremos interpretar que Jesús le ha dicho: “Hasta donde llegó tu deseo de venganza, hasta allí debe llegar tu perdón”. Porque solo así se sana la herida propia y se confirma en el agresor la misericordia de Dios.

Finalmente, hay que entender que el que es perdonado, recibe el perdón como un don, y un don trascendente, un verdadero regalo de Dios. La persona que está perdonando, solo hace corresponder el amor de perdón que viene de Dios con su perdón; y entonces, y solo entonces, se modifica la vida, el ambiente, y se permite que el perdón sea un acontecimiento único capaz de cimbrar la tierra, como el perdón de Cristo desde la Cruz.

 

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