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19 agosto, 2020

La Mejor Paga…

Miércoles 19 Agosto

Mateo 20, 1-16

 

~ ¿No nos ajustamos en un denario? ~

 

Dios es bueno. Es la afirmación fundamental de esta parábola, el amor gratuito y misericordioso de Dios, que supera la justicia humana sin lesionarla.

En las imágenes de este Evangelio tenemos “la viña”, que es imagen del pueblo de Dios, antes Israel —Is 5,7; Sal 80,9s. 15s—, y que ahora es la comunidad de Jesús. Los jornaleros que el dueño de la viña ––o sea, Dios–– contrató al amanecer son el pueblo y los dirigentes judíos. Los jornaleros que fue contratando a lo largo del día representan la historia general del pueblo de Israel. Los últimos, por más de dos mil años, estamos siendo contratados. Unos y otros recibiremos el mismo salario, porque en la justicia divina, la cantidad o calidad de trabajo-servicio, la antigüedad, el rango y el mayor rendimiento no generan ningún privilegio o mérito, más que la satisfacción de haber sido convocados a un trabajo así de importante. Quienes somos contratados para trabajar en la “viña del Señor” estamos llamados a crear igualdad y a constatar que Dios es bueno.

En este Evangelio podemos comprender la diferencia entre la justicia humana y la divina. Aparece con toda claridad la delicada relación que existe entre justicia y misericordia. El punto de toque es el siguiente: que los primeros jornaleros consideran una injusticia la generosidad de Dios. Como vemos, en la justicia humana se antoja injusto que ganen lo mismo quienes han trabajado menos; sin embargo, desde la justicia divina, Dios da a cada uno lo suyo y, además, regala su misericordia y su perdón.

No sé si sea exagerado pedir que quienes hayan trabajado todo el día sientan gozo de compartir “la viña”, a la que han embellecido con su trabajo, con los que hemos llegado al final. Y que los últimos seamos los primeros en ánimo y servicio para los demás.

Respecto de la viña cristiana, los discípulos de Jesús fueron los primeros y nosotros los últimos; aun así, ambos ganamos el mismo jornal: la vida de Jesús, la alegría de la justicia, la verdad, la paz y el amor en la salvación. ¿No son estos motivos suficientes para trabajar con fuerza y alegría?

 

Oración:

Señor Jesús, gracias por haberme llamado. Ahora descubro que no soy digno y que, aunque no merezco recibir lo mismo que quienes se han esforzado durante todo el día de nuestra historia de salvación, me lo das, porque tú así eres de generoso. Infunde en mí la misma generosidad con que me regalas, para que yo la devuelva en amor y servicio a mis hermanos. Que sea un celoso jornalero de tu Iglesia, y que trabaje por la justicia, la misericordia y la paz.

Permite que en casa, con los míos, vivamos la gran aventura de trabajar nuestra jornada con valentía, libertad y amor. Y que al final del día, nos sentemos a la sombra y recibamos la mejor paga, que es ver tu rostro iluminado y misericordioso. Amén.

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