8 Enero, Bautismo del Señor
Marcos 1, 7-11
~ Tú eres mi hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias ~
Cuando Juan Bautista anuncia en el desierto que ya viene detrás de él alguien que nos bautizará con el Espíritu Santo, entendemos que en este bautismo, inaugurado por Jesús en un día como hoy y completado el día de su muerte en cruz y su resurrección, somos consagrados.
Al igual que Jesús en el Jordán, nosotros en la pila bautismal fuimos consagrados para la misma misión, pero desde nuestros propios alcances. De esta consagración se deduce una nueva relación con Dios. En la fiesta del bautismo de Jesús, a la que podemos integrar el nuestro, nos introducimos en la cotidianidad de nuestro trato con Él y con su Padre en el Espíritu Santo. El bautismo es como un puente que Jesús ha construido para que lleguemos a Dios en Él. Es gracias a esta relación íntima con Jesús, que podemos consagrarnos para la misión.
Si nos fijamos bien, el mundo necesita hacer más familiar este paso de lo profano a lo sagrado. A menudo nos encontramos en una realidad en la que falta Dios, faltan testimonios de personas consagradas que le ayuden a entender la dinámica de la relación plena con Dios.
Podemos decir que al consagrarnos para la misión, nos habilitamos para consagrar al mundo, infundiéndole la vida del Espíritu.
Oración:
Señor Jesús, me alegra mucho ser tu familiar y tu apóstol por el bautismo. No permitas que me distraiga de nuestra pertenencia y fidelidad.
Has que en familia y comunidad crezcamos nuestro compromiso para la misión. Que tu sangre redentora nos purifique, que tu Palabra nos acerque a tu Padre, que también Él diga que tiene sus complacencias en nosotros, porque nos hemos aliado contigo para la misión. Amén.