Lunes 14 Agosto
Mateo 17, 22-27
~ Encontrarás una moneda de plata.
Cógela y págales por mí y por ti ~
Hemos leído un episodio brillante del Evangelio de Mateo. Los dos temas que encontramos aquí ––el anuncio, por segunda vez, que Jesús hace de su muerte y resurrección; y el pago anual del impuesto del templo, como signo de lealtad a la religión judía–– nos anuncian que Jerusalén deja de ser el centro de la nueva religión. Cristo es más que un rabino que puede exentarse de pagar; ahora Él es el templo de la nueva alianza. La comunidad que surgirá de su pascua, es decir de su muerte y resurrección, será, al igual que Jesús, un templo espiritual.
Es curioso que, para resolver algo tan ordinario como lo es el pago de un impuesto, Jesús haya realizado un milagro así de extraño o rebuscado: mandar a pescar a Pedro con un anzuelo, y que al primer pez que picara le sacara una moneda de plata de la boca, resulta casi humorístico. Sin embargo, esta forma de enseñar que hay que mantener la justicia de Dios en la de los hombres no es ociosa. Aunque los hijos están exentos del impuesto, y Jesús es el hijo del Padre y mayor que el templo; y a pesar de que sus discípulos también lo son y, por lo tanto, quedan exentos del pago, Jesús renuncia a ese derecho y se somete al impuesto del templo.
Si queremos interpretar un poco más, ¿por qué sacar la moneda de impuesto de la boca de un pez? No nos compliquemos mucho; basta entender que Jesús pone en claro su libertad y la de sus discípulos respecto de este impuesto, pero que a la vez ha querido respetar los sentimientos del pueblo. Que la moneda para pagar el impuesto salga de la boca de un pez, solo quiere decir que Dios Padre procurará los medios para cumplir con las leyes de los hombres, y lo hará de manera, incluso, misteriosa.
Hoy, también nosotros estamos exentos del impuesto del templo, pues somos hijos de Dios, y el único tributo que el Padre nos pide, como hijos, no es una moneda, sino el amor. No obstante, igual que Jesús y sus discípulos, pagamos con amor. Aparece claro que para Jesús, a diferencia de nosotros, no existe separación entre justicia y caridad. Ambas son dos realidades de un solo acto de amor.
Acojamos el verdadero espíritu de la ley, así daremos pleno cumplimiento en el amor a quien lo necesita. Siguiendo el ejemplo de Jesús, hagamos coincidir la justicia y la caridad.
Oración:
Señor Jesús, gracias por enseñarme a ser generoso y a respetar las costumbres y la sensibilidad de las personas que me rodean. Descubro que, aunque puedo evadir los cobros convencionales, no solo de mi religión, sino de mi universo de relaciones sociales o laborales, estoy llamado a pagar por justicia y caridad. Si se puede, igual que Pedro, quiero pagar por ti y por mí.
Permite que en mi casa, con los míos, vivamos siempre como hijos y que, en consecuencia, seamos libres; pero que estemos dispuestos a cumplir con los tributos sociales, políticos y religiosos de nuestro tiempo, por y con justicia y amor. Amén.