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19 octubre, 2022

Nuestra Hacienda…

Miércoles 19 Octubre

Lucas 12, 39-48

 

~ A quien se le dio mucho, se le reclamará mucho;

y a quien se confió mucho, se le pedirá más ~

 

Jesús insiste en la exigencia de estar vigilantes. Si para evitar un robo se está en vela, con mayor razón para el encuentro con el Señor. Mantenerse despiertos y preparados significa velar de manera activa, haciendo lo que nos toca, dando nuestro aporte para la comunidad con servicio cuidado y generoso.

 

El Hijo del hombre que viene es Jesús, el Señor resucitado, que llega del gran banquete que supone el cielo y nos hace participar del mismo en la Eucaristía de nuestras comunidades. Y es que celebrar la eucaristía nos lleva a una vida dedicada a los demás; esto es lo que ratifica el Señor cuando regresa. Y al final, coronará todos nuestros encuentros temporales con el gran encuentro final, en el nacimiento de nuestras personas a la vida que supera a la muerte.

 

La figura del administrador, que Pedro suponía en exclusiva para los doce, en realidad es para todo aquel que sigue a Jesús. La comunidad cristiana exigirá, para todo tiempo y lugar, que quienes participamos en ella del don de Jesús estemos al servicio de los demás y demos ayuda para que a la comunidad no falte nada.

 

Los que se distraen o actúan ideologías de dominio, como la del autoritarismo judío, se degradan de hijos o amigos a esclavos o siervos vapuleados.

 

Que nuestra vida transcurra como una vigilia activa, creativa, amorosa y servicial, para que Jesús nos encuentre hoy, y en nuestro día final, como verdaderos amigos, y nos ponga al frente de su hacienda.

 

¿Cómo administro mi vida y la vida que Dios me da? ¿Cómo administro su hacienda?

 

Oración:

Señor Jesús, me emociona saberme invitado a servir. Quiero pasar la vida haciendo lo que me toca. Ayúdame a descubrir mi carisma de vigilante y de administrador. Se me enchina la piel de solo pensar que mi vida, la de mi familia y la de aquellos a quienes presto mis servicios profesionales, es tu hacienda, no la mía; es la que debo cuidar para entregarte cada vez que vienes en la eucaristía y en tu palabra, y cuando vengas en el día final.

 

Permite que junto con los míos permanezcamos en una vigilia activa, y si lo consideras propicio, ponnos al frente de tu hacienda y confirma en nuestra comunidad que lo hemos logrado, no con grandes signos, sino a través de tu velada presencia. Amén.

 

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