Domingo 6 Marzo
Lucas 4, 1-13
~ Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él
hasta un tiempo oportuno ~
Jesús, conducido por el Espíritu Santo, se internó en el desierto, donde fue tentado por el demonio. Nos encontramos ante una página del Evangelio plena de símbolos. Las tentaciones del desierto están en estrecha relación con el bautismo y la misión. Es el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en el Jordán; el mismo que lo impulsó a Nazaret, el que lo lleva a ser tentado.
El desierto es el lugar de la prueba; allí se puede experimentar igual a Dios que las fuerzas oscuras que amenazan al ser humano. Podemos entender que todo proyecto requiere una preparación y, de manera especial, el proyecto que Jesús ha iniciado, desde su bautismo y en la sinagoga de Nazaret.
Probar la fidelidad, no es solo un cáliz o preparación para Jesús; es, además, el encuentro consigo mismo. Al final pudo aquilatar el tamaño de su decisión y el compromiso que ésta suponía.
En nuestro mundo, saturado de proyectos de consumo; un mundo enfermo de infidelidades, donde el ser humano evade las pruebas, la austeridad, el desierto y la responsabilidad; y en el que se sabotea a sí mismo. En este mundo sin proyecto mayor que se postra ante nuevas formas de idolatría, nosotros queremos entrar al desierto de Cuaresma, junto con Jesús. Queremos probar nuestra fidelidad al proyecto de Dios.
Oración:
Señor Jesús, que yo me pruebe siendo fiel a ti y al proyecto de tu Padre.
Haz posible que en familia nos sostengamos aún en medio de nuestras hambres, reclamos y desgracias; que a semejanza tuya no cedamos a la tentación del poder; que entendamos que no eres tú sino el diablo quien confiere el dominio y el poder y que nuestra única fuerza para alcanzar la salvación es el servicio, la verdad y el amor. Y que nunca probemos a Dios, sobre todo cuando estamos dando vida a alguien más. Amén.