Viernes 1 Noviembre
Todos los Santos
Mateo 5, 1-12
~ Alégrense y regocíjense,
porque su recompensa será grande en los cielos ~
En la montaña, con las bienaventuranzas, Jesús redefine la nueva alianza y construye el nuevo pueblo de Dios, en el que todos estamos llamados a ser santos.
Hoy celebramos el misterio de la comunión de los santos del cielo y de la tierra. Celebramos que no estamos solos en nuestra condición temporal, sino rodeados de testigos que nos antecedieron en la vida de Dios y que interceden por nosotros (CIC 946)
La fiesta de todos los santos acontece, cuando cada uno de nosotros decide reprogramar su vida, así, al modo de Jesús, siguiéndolo a Él; solo así se experimenta la consolación de Dios. Y es que por más que nos afanemos en las alegrías del mundo, tarde o temprano les encontramos fondo. En las bienaventuranzas no existe fondo, son un itinerario tan insondable como Dios mismo. Quien se atreve a vivir de esta manera, sacia todas sus hambres, siente recompensados sus sufrimientos y se ve participando de los santos del cielo.
Los santos vivieron las bienaventuranzas. Ese fue su camino al cielo. Y lo hicieron con una libertad y alegría que nadie puedo arrancarles durante su vida en el mundo.
Superemos, a semejanza de los santos, toda queja, angustia y depresión, desde la nobleza y la generosidad del programa de las bienaventuranzas; esto implica vivir al límite nuestra inteligencia espiritual y nuestro amor.
¡Atrevámonos a reprogramar nuestra vida desde las bienaventuranzas, seamos santos!
Oración:
Señor Jesús, que saciemos nuestras hambres de justicia y de paz en el ejercicio de tus bienaventuranzas. Que reprogramemos nuestras vidas acompañándote en la cruz y en la resurrección, de nuestros hermanos más vulnerables. Amén.