Martes 12 Noviembre

Lucas 17, 7-10

~ Somos siervos inútiles;

hemos hecho lo que se nos mandó hacer ~

En continuidad con el Evangelio de ayer, en el que Jesús, en lenguaje figurado, indica a sus discípulos que la fe exige romper de raíz con la institución farisea que es injusta, hoy insiste con la parábola del siervo que regresa del campo.

Como los discípulos no han roto con los principios del judaísmo, Jesús les hace ver que con la doctrina farisea de la observancia servil de la ley solo logran reducir su relación con Dios.

Si los Doce no rompen con los principios fariseos, seguirán observando una ley ––lo que se les ha mandado––, y no serán ante Dios más que unos pobres siervos, o siervos inútiles, en lugar de hijos de Dios, como corresponde a los ciudadanos del Reino.

Sin embargo, esta lectura no contradice el hecho de que los discípulos aprendamos una nueva forma de servir a Dios dentro de las exigencias del Reino, y con una actitud de auténtica humildad. Es verdad que frente a Dios nos encontramos en una situación semejante al siervo de la parábola: en efecto, no somos acreedores o merecedores sin más, sino deudores, porque todo lo que hacemos y tenemos es don suyo. Pero esta condición de ninguna forma suprime nuestra relación de hombres libres e hijos de Dios.

Entonces, se trata de pasar de la actitud farisea, digamos mercantilista de contabilidad espiritual, según la cual quien cumple con rigor la ley alcanza sus propios méritos, que luego puede hacer valer como derechos ante Dios ––es la condición de siervos inútiles––, a una actitud de amistad, de servicio en las realidades del Reino, basada en la confianza y en la cercanía de Dios.

En otras palabras, si pasamos la factura de cuanto hemos alabado u obedecido a Dios, saldremos perdiendo; sobre todo, porque en nuestra relación con Dios todo es don y gracia.

Seamos siervos útiles, hagamos lo que nos toca, sin pretensiones, sabiendo que lo más de cuanto somos, hacemos y tenemos es solo una mínima porción de cuanto estamos destinados a dar en Dios.

Oración:

Señor Jesús, me encanta no ser solo un siervo tuyo, porque… ¿de qué habría servido tu redención? Al escuchar esta Palabra tuya, me queda claro que no quiero ser solo un siervo inútil, sino uno que remonte su servicio por amor y gratitud; como hijo amado de tu Padre. Ayúdame a servir a mis semejantes desde mi universo laboral, que siempre tenga presente que todos mis trabajos, desvelos y cansancios tienen como punto de llegada tu campo y no mi propiedad.

Permite que junto con los míos pasemos de pobres siervos a siervos útiles. Que experimentemos la alegría de regresar cada día a casa, sabiendo que hicimos lo que teníamos que hacer; que nos sentemos a la mesa junto contigo y compartamos la ilusión de nuestros trabajos en favor de tu Reino. Amén.

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