Miércoles 20 Marzo
Juan 8, 31-42
~ “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí,
porque yo salí de Dios y vengo de Dios;
no he venido por mi cuenta, sino enviado por Él” ~
Los judíos que le habían creído vuelven a patinar. No traducen que de su adhesión a Jesús surge una nueva relación con Dios. Se habían acostumbrado a creer sin llevar a la práctica su fe; Jesús quiere que se liberen del pecado y del orden injusto en que participan. Pero ellos apelan al mito de su linaje en Abraham.
Estas imágenes nos evocan nuestros abolengos; quién más, quién menos, la mayoría recurre a la memoria de su linaje familiar. Alguien dice: “¡Apela a glorias pasadas!”, sin comprometer la propia vida para producir su propio fruto.
Parece que igual que esos judíos que no están dispuestos a hacer visible su fe, nosotros hemos sido llamados a superar el mito de nuestros propios linajes y a iniciar, desde Jesús, la esencia de nuestra vida y de nuestro ser en Dios.
¿Qué tan libres somos para amar? ¿Qué tan libres para hacer visible nuestra fe?
Si nuestro padre final es Dios, podemos honrar tanto a nuestros antepasados como a Dios, si inauguramos una nueva época de florecimiento familiar: actuando el amor, haciendo visible nuestra imagen de Dios.
Si hemos creído en Dios, creamos en Jesús, mas no por una decisión ética o una idea, sino por el encuentro con Él, persona a persona.
Oración:
Señor Jesús, gracias por ser mi familiar, por invitarme a vivir desde un nuevo linaje que no se enorgullece: el linaje de los Hijos de Dios.
Permite que en mi familia te encontremos en persona, como el más grande acontecimiento de nuestra vida. Amén.