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19 enero, 2020

Testigos de Plenitud

Domingo 19 Enero

Juan 1, 29-34

A partir de este domingo, nos introducimos al tiempo ordinario; seguiremos a Jesús en su vida y ministerio.

El testimonio de Juan Bautista en el Jordán, es un signo potente del Evangelista Juan, a través del cual nos mete, de un solo golpe, en el misterio y misión de Jesús.

Para Juan Bautista debió ser una experiencia única, descubrir a su primo, como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, esta sola expresión bastó para que cuantos lo oyeron, incursionaran en el universo de sus representaciones religiosas. Los israelitas que escucharon este testimonio, asociaron inmediatamente la figura de “El Cordero Pascual” con cuya sangre se marcaron los dinteles de las puertas de los hebreos en Egipto para salvar la vida de sus primogénitos, la noche de su liberación —Cfr. Ex 12—. Y otras resonancias bíblicas como de Levítico cuando describe el rito de expiación: el sacerdote escogía un animal en el que depositaba, simbólicamente, todos los pecados del pueblo; lo echaban al desierto para sacrificarlo. Era la manera en que el pueblo se sentía libre de esos pecados.

Podemos preguntarnos: ¿Qué experimentó Juan Bautista? Y respondernos: experimentó la plenitud de su primo. En un solo momento, ayudado por el Espíritu Santo, pudo conocer de una manera profunda el misterio y la misión de Jesús. Fue “Testigo de la plenitud” de Jesús. En ese momento, Jesús es para Juan: El Cordero que Dios envía para salvar al mundo; para quitarle todo aquello que le impida alcanzar la vida de Dios. Se puede decir que Juan Bautista había vivido como precursor para este momento. Estaba tocando la cima de su misión y bebiendo de la plenitud de su primo, la certeza de la voluntad de Dios.

Los que asistieron a este momento, pudieron no entender cuanto Juan estaba entendiendo, pero una cosa les quedó clara: Jesús era el portador del Espíritu, en Él resplandecía el poder de Dios y bien podía saciar las expectativas del pueblo.

Para nosotros hoy, es relativamente fácil recoger este testimonio de Juan y convertirnos también, en testigos de plenitud. Porque hemos amado a Jesús y lo hemos seguido; pero es necesario permitir que el mismo Espíritu Santo nos abra este conocimiento. Se trata de experimentar, de manera semejante que Juan, la contundencia de Jesús en nuestras vidas, el don precioso de su persona y la nueva liberación que nos trae.

Experimentemos a Dios

Isaías y Juan Bautista, no están tan lejos de nosotros en la experiencia de Dios; más aún, son apenas la imagen que nos anima a tener nuestra propia experiencia de Dios. 

Implica conocer desde el misterio. En cierto sentido nosotros conocemos más que ellos; porque nosotros conocemos a Jesús: Siervo de Dios, Cordero Pascual, pero sobre todo, al Cordero Eucarístico. En Él sabemos que llegamos a la plenitud de la comunicación de su vida y amor. El Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos arrancan de las tinieblas de toda ideología que nos oprime y nos garantiza que alcanzaremos el proyecto final de Dios en nosotros. Esta es la nueva manera en que podemos proclamarlo como “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, siendo nuevos “Testigos de plenitud”.

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