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26 enero, 2020

Vayamos con Jesús

Domingo 26 Enero

Mt 4, 12-23

Es probable que Jesús haya interpretado el encarcelamiento de Juan Bautista como signo para comenzar su misión. Ahora en su boca, resuena la misma proclama de Juan, pero no en el desierto, sino en medio de la sociedad. Mateo tiene cuidado de informarnos que Jesús se fue a residir a Cafarnaún, en el territorio de Zabulón y Neftalí —v. 13—, para comunicarnos que la misión de Jesús va más allá de cualquier frontera; en su proyecto están incluidos los paganos: es una misión universal.

Jesús está llamando a seguirlo. Es un liberador que se prepara una misión que no tiene vuelta para atrás. Aunque recoge la predicación de Juan Bautista sobre la conversión, no asocia el bautismo ni otros ritos a su misión. Podemos considerar que Jesús mismo es el contenido del rito, Él será el sacramento de todos los sacramentos que causará la salvación. De momento no son necesarios otros ritos. Ir con Él es la única exigencia; seguirlo yendo detrás de Él.

Los primeros discípulos son alcanzados por Jesús en la ribera del mar de Galilea; eran hermanos: Simón, llamado después Pedro y Andrés. La llamada a seguirlo pudo ser entendida por ellos mismos como una invitación a salir de su condición reducida, para empezar a ayudar a otros a salir también. Esta llamada contiene un sentido de éxodo, de liberación. Además, estos discípulos pudieron entender que Jesús conformaba su grupo de seguidores con el vínculo de la hermandad, en la que todos serían iguales.

El objeto material de la misión es pescar hombres. Es decir, juntarlos para que trasciendan su vida y la de los demás.

Cuando llamó a los otros dos hermanos ––Santiago y Juan, que estaban con su padre––, hemos de entender que los llama a ir más allá de su horizonte de pescadores; incluso a abandonar sus condicionamientos de tradición y de autoridad. Ellos lo entendieron perfectamente: dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.

Ir con Jesús, después de dos mil años, puede abrir para nosotros un horizonte inagotable de alegría y libertad; pero hay que ir tras Él y seguirlo a Él, pisar sobre sus huellas y comprometer nuestra persona toda. Igual que como fue para los primeros, debemos dejar todo lo que impida este nuevo proyecto. Mateo nos enseña en este evangelio que Jesús y su reino son un valor absoluto. Seguir a Jesús no es solo un medio para salvarse, sino un fin en sí mismo.

Vayamos como hermanos

Resulta un gozo inmenso constatar que mientras seguimos a Jesús, la fraternidad imprime un sentido de familia que aligera el camino y lo hace resplandecer de aventura y novedad.

Somos nosotros los que hacemos primar el sentido de hermanos en el mundo, los que podemos comunicar la mejor noticia. Así es como “entregar la vida” a nuestros hermanos, tiene un sentido pleno: nuestra fidelidad mayor en Jesús.

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