Martes 29 Septiembre

Ss. Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Juan 1, 47-51

 

~ Verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre ~

 

Veamos cosas mayores, anticipémonos a ver el cielo abierto y a los ángeles de Dios. Parece que nuestra vida cotidiana transcurre en medio de una pasmosa niebla, a través de la cual muy poco podemos ver las cosas de Dios. Sobre todo si no nos dejamos alcanzar por Jesús, que de cuando en cuando, se fija en nosotros.

La confesión de fe de Natanael, despeja la nebulosa de su ser creyente y la de cuantos lo escuchamos: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Esta confesión suya abre el cuarto Evangelio, como una sala luminosa, llena de imágenes en las que la figura de Jesús Mesías resplandece hablándonos en aire familiar. Al final, quien cierra la puerta de estas imágenes es Tomás, con la que concluye el Evangelio de Juan: «¡Señor mío y Dios mío!».

Al centro de nuestro texto, digamos al centro de la gran sala evangélica, resalta la sentencia de Jesús: Mayores cosas has de ver. Es una consolación para quienes, a semejanza de Felipe y de Natanael, nos mantenemos en la búsqueda del Salvador.

A ver cosas mayores nos ayuda la intervención de los Arcángeles que hoy celebramos: Miguel, Gabriel y Rafael. Cada uno nos adentra en el misterio de Cristo. Pero somos nosotros quienes siguiendo a Jesús estamos invitados a ver estas cosas mayores, a participar en primera fila de su cruz y de su resurrección. Y así a gozar de su corte Celestial.

¿Cuánto tiempo transcurres viendo bajo densa neblina? ¿Cuánto tiempo que no ves cosas mayores?

¿Hasta dónde alcanzas a ver?

 

Oración:

Señor Jesús, invítanos hoy y siempre a seguirte. Permite que en mi familia podamos ver cosas mayores, y gozar de tus consuelos. Amén.

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