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7 enero, 2022

Vivamos en Dios

Domingo 9 Enero El Bautismo del Señor

Lucas 3, 21-22

 

~ Y vino una voz del cielo:

“Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado” ~

 

El día del bautismo de Jesús, el pueblo estaba en espera del Mesías. Por eso muchos habían salido de sus casas y habían aplazado sus compromisos habituales. En el fondo de esta actitud, descubrimos que deseaban un mundo diferente. Se acercan al bautismo de Juan: un bautismo de penitencia y conversión, con el deseo de ofrecerse a Dios para que obrara en ellos y en el mundo un cambio verdadero: el perdón de los pecados y la posibilidad de comenzar una vida nueva. Nunca imaginaron que presenciarían la manifestación de Jesús como Hijo de Dios. A partir de ese momento, distinguieron un bautismo superior: el bautismo con fuego, es decir, con Espíritu Santo.

 

Desde aquel día, todos los cristianos, a lo largo de los siglos, recibimos esta gratuidad de Dios; por el bautismo, nos hace sus hijos y nos dispone para vivir en Él.

 

Pero el bautismo de Jesús, igual que sucedió con Él, nos compromete para la misión. Quienes hemos recibido este don, estamos llamados a comunicarlo a los demás. Pero no solo de manera verbal, sino acompañando a nuestras palabras el testimonio de nuestra vida. Esto significa vivir en Dios, que nuestra vida, permaneciendo perfectamente humana, se vuelve trascendente y plena por la fuerza del Espíritu Santo. La gente ha de descubrir en nosotros, lo mismo que los primeros cristianos encontraron en Jesús: que vivimos llenos de Espíritu Santo.

 

Después de nuestra enmienda, que es el primer efecto del bautismo, recibimos una vida que no se agota en nuestro tiempo y espacio. Igual que cuando Jesús fue bautizado, también en nuestro bautismo se abrieron los cielos. Jesús los abrió para nosotros, cuando “estaba en oración” (Lc 3,21). Hemos de entender que habló con su Padre, pero no solo habló por sí, sino por cada uno de nosotros. Y así, en cada nuevo bautizado, vuelve a suceder el mismo misterio: el Padre celestial dice sobre cada uno de nosotros: “Tú eres mi hijo”. En cierta manera el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo descienden entre nosotros y nos revelan su amor que salva.

 

Oración:

Señor Jesús, Gracias por liberarme, por trascenderme, por medio de mi bautismo.

 

Haz posible que junto con los míos, nos asociemos a tu muerte y resurrección; y que participemos de tu misión, siguiéndote en todo, trascendiendo la vida, viviendo en Dios. Amén.

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