Vivamos para siempre

Jueves 11 Junio El Cuerpo y La Sangre de Cristo

Juan 6,51-58

 

La fiesta de Corpus Christi, nos permite proclamar nuestra fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Cada año alcanzamos esta conciencia de manera plena, acercándonos al misterio eucarístico con una reflexión distinta. En este ciclo litúrgico, siguiendo al evangelista Juan, nos llenamos de esperanza, creyendo que gracias al Cuerpo y la Sangre de Cristo, viviremos para siempre.

 

Jesús glorificado es el nuevo maná, que no solo alimenta, sino que da vida. La nueva norma de esta vida no procede de un código externo (ley), sino de la identificación con Jesús y su entrega. Él no es un modelo exterior que imitar, sino una realidad interiorizada.

 

En la Última Cena, el Jueves Santo, Jesús adelantó su sacrificio en la Cruz, dándose en alimento para que tuviéramos una vida nueva y eterna. Por amor a toda persona humana representada en sus discípulos, Él se entrega. Este amor es más fuerte que el mal, que la violencia y que la muerte. Por eso se entrega como alimento en el pan y el vino consagrados, desea que quienes creemos en Él, alcancemos la plenitud de la vida que tiene con su Padre y con el Espíritu. Al comerlo, en cada Eucaristía, nos asimilamos a Él. Es Él quien nos asimila a sí mismo y nos implica en su proyecto de redención.

¿Cómo entrar en el misterio?

 

Asimilémonos a Jesús

En Jesús, Dios se hace concreto. Jesús – hombre, es el lugar donde Dios se hace presente y se entrega como don al mundo.

 

Nosotros estamos llamados a comer y beber para asimilarnos a Jesús. No es algo mágico o un espejismo espiritual; al contrario, es lo más real que hay. Comer y beber el alimento que nos garantiza tener vida eterna.

 

Escuchando el evangelio de San Juan, entendemos perfectamente que los dones eucarísticos son nuestro viático en esta vida; mientras vamos de camino, mientras hacemos nuestro éxodo, nuestra salida de este mundo, y alcanzamos la plenitud de vida y comunión con Dios.