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22 octubre, 2021

Completemos al Hombre

Domingo 24 Octubre

Domingo Mundial de las Misiones

Mateo 28, 16-20

 

Nos encontramos en la última página del Evangelio de Mateo. La aparición de Jesús resucitado enviando a sus discípulos es atrayente y evocadora. El evangelista ha tenido cuidado de cerrar el Evangelio con una frase que domina la conciencia y la seguridad del discípulo en su misión evangelizadora: “Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Si recordamos, su Evangelio comenzó así: “Dios con nosotros” (1,23). La misión ha de ser un anuncio gozoso de la cercanía de Dios.

 

En este envío, Dios no quiere imponerse a todos los pueblos. Las instrucciones para la misión dejan conocer que la intención de Jesús es más profunda: completar al hombre con su Espíritu, hasta el día de su última venida. Por eso, “hacer discípulos a todas las gentes” no implica una dominación, sino una propuesta de camino. Seguir a Jesús, “bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, además del rito cristiano de iniciación, implica la consagración, que solo se entiende en relación con la trinidad. “Enseñar a guardar cuanto les ha mandado” supone acompañar al estilo de Jesús, en la experiencia de las bienaventuranzas y de las obras de misericordia.

 

La misión de los discípulos es, pues, la misión de Jesús. Entre las dos venidas del Señor, la ya realizada y la última, empieza este tiempo, el de la Iglesia. Es la etapa final de la historia que se ha de vivir como tiempo propicio para evangelizar al hombre, para completarlo en su ser a través de la vida del Espíritu.

 

Completar al hombre implica también completar a los pueblos, hacerlos llegar a la universalidad de su expresión cultural y religiosa. En este sentido, el envío desde Galilea abre la evangelización a todo pueblo y cultura.

 

Quien lee o escucha con atención este envío, no puede menos que sentirse involucrado en la misión. De manera casi imperceptible, los vivientes de esta época nos sentimos enganchados en una misión que sentimos propia: llevar a los hombres a Dios. Y esto es totalmente justificable, porque el Espíritu de Cristo resucitado atrae a todos hacia Sí. Pero, ¿cómo responder a esa invitación? ¿Cómo convertirse en enviado, en misionero, desde nuestra condición de vida, de ama de casa, de jefe de familia, de estudiante, etc.? Una manera es esta: “Completar al hombre”; desde nuestro propio ambiente y a nivel de nuestras capacidades. Completarlo en lo básico: dejándole conocer que Dios, en Cristo, ha venido para hacer el camino con nosotros y para llevarnos a la vida que no se acaba. Para mostrarle su vocación a trascender las realidades del mundo.

 

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