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3 marzo, 2019

¿Cuánto Me Falta…?

Principio De Amor - La Retama

Viernes 7° Ordinario. Marcos 10, 1-12.

~ De allí Jesús se marchó al territorio de Judea, al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él. Según su costumbre, también esta vez se puso a enseñarles. Se acercaron unos fariseos que, para ponerlo a prueba, le preguntaron: “¿Puede el marido repudiar a la mujer?” Él les respondió: ¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos le dijeron: “Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla” Jesús les dijo: “Teniendo en cuenta la dureza de su corazón escribió para ustedes este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Dios los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre” Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”. ~

Jesús afirma que Moisés cedió a la obstinación del pueblo, y así, permitiendo el divorcio, fue infiel al designio creador. El pecado de los fariseos es el mismo que el del tiempo de Moisés y, probablemente, también el nuestro.

El ideal del matrimonio, basado en el principio creacional; un amor superior al de los padres, lleva a construir un solo ser. Logra una identificación tal, que se excluye cualquier dominio.

Los discípulos no entienden este principio superior, ni la paridad del hombre y de la mujer.

Parece que después de dos mil años, nos parecemos a estos fariseos y a los discípulos de Jesús. Nos cuesta trabajo entender que el matrimonio es en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia. La unidad del ser humano, hombre y mujer, en una sola carne, un solo ser, nos capacita para vivir en Dios, en su vida íntima, trinitaria; en su continua comunicación de vida y de amor.

Quien no aprende que el amor fecundo e indisoluble del matrimonio es un sacramento-signo que nos remite a Dios, no puede trascender la propia contingencia.

Para quienes han recibido la vocación a la vida matrimonial, este texto bíblico es una fuente inagotable. Para quienes han recibido las otras dos vocaciones: la vida consagrada o la soltería, la imagen del matrimonio, resplandece como el mejor espejo para aprender la fidelidad esponsal con Dios.

¿Cuál es nuestra mejor identidad? ¿Quiénes somos, en la vida y la vocación? ¿Cómo estamos viviendo nuestra capacidad unitiva en el amor a Dios y a los demás?

Oración:
Señor Jesús, ¡Qué bello es el amor!, en el matrimonio y en el servicio. Me queda claro que si no me deshago de mi individualismo para darme a mi ser amado, estoy incompleto e imperfecto. Deseo escalar la cumbre del amor. Llegar hasta donde Tú amas, y recoger para la eternidad, este principio de vida, el que nos diste desde tu primera creación.
Permite que junto con mi pareja y mis hijos, seamos fieles a tu propuesta de familia, de paz y amor. Amén.
[11:50, 17/4/2019] Gabriela Carvajal: info@laretamaeditorial.com
[12:00, 17/4/2019] Gabriela Carvajal: ¡Nos Conviene Hacernos Niños!
Dante Gabriel Jiménez Muñoz Ledo

Sábado 7° Ordinario. Marcos 10, 13-16.

~ Le llevaron unos chiquillos para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: “Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” Y abrazaba a los niños, los bendecía e imponía las manos sobre ellos. ~

¿Por qué los discípulos riñen contra los niños? ¿Por qué les impiden acercarse a Jesús?
Hay dos respuestas; primera: para los jefes religiosos, la religión era asunto de adultos y de varones, más que de mujeres y niños. Los discípulos pretenden defender a Jesús de esta intromisión. Segunda: el tema de la sencillez y la universalidad del Reino. Los discípulos tardan en asumir que el proyecto de Jesús, supera las tradiciones y expectativas del judaísmo institucional.

Jesús había insistido en la categoría del niño, para entrar en el Reino. Si recordamos, en un episodio anterior, reaccionó en la discusión sobre quién era el más importante entre los discípulos. Puso a un niño en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”.

Ahora mismo, Jesús les mantiene esta enseñanza. Jesús se identifica con el niño. Él mismo se ha hecho pequeño. Como Hijo de Dios se hizo carne, depende y actúa en todo a partir de su Padre y de cara a Él.

Muchos de sus nuevos seguidores, no proceden del judaísmo, son como niños. A estos también se oponen los discípulos. Y Jesús los ama igual que a niños.

Ser o hacerse niño, nos conviene. Nos garantiza la cercanía de Dios. Ser niños en el seguimiento de Jesús, implica ser pequeño ante Dios; es la mejor manera de pasar por el “ojo de la aguja”, un relato que encontraremos más adelante, en la escena del joven rico. Ser así, pequeño ante Dios, contrario a lo que pudiera pensarse, de que nos llevaría a vivir una religión infantil y de continua dependencia, nos pone en perfecta comunicación con Dios; nos hace libres para actuar la religión y el amor.

De cuando en cuando, o de cuando en siempre, nos conviene ser niños ante Dios. Esta experiencia de fe, puede liberarnos de muchas cargas y abrir nuestra inteligencia espiritual, a la mente de Dios. Si como adultos-niños, nos descubrimos dependientes de Dios, pobres de espíritu y necesitados de su gracia, es seguro que encontraremos paz y esperanza. Recordemos que Jesús mismo se hizo niño.

¡Nos conviene hacernos niños!

Oración:
Señor Jesús, a veces me pesan mis responsabilidades de adulto. ¡Qué alegría y descanso, poderme abajar como un niño! Entiendo que es verdad, no se puede vivir en ti y en tu Reino, si no reconocemos que dependemos de ti, de tu vida y de tu amor. Y no se puede ser cristiano, en sentido pleno, si no recibimos a los más pequeños, a los pobres y necesitados, y a los sencillos de fe.
Permite que en mi hogar, intentemos una visión más libre de nuestra fe, que seamos más transparentes para profesarla y que intentemos abrazar y bendecir a los demás. Amén.
[12:05, 17/4/2019] Gabriela Carvajal: ¿Cuánto Me Falta…?
Dante Gabriel Jiménez Muñoz Ledo

Lunes 8° Ordinario. Mateo 19, 16-22

~ Si quieres ser perfecto,
vende lo que tienes, da el dinero a los pobres ~

En el pasaje del Evangelio que hemos leído encontramos una nueva exigencia para seguir a Jesús. Salta a primera vista que Jesús quiere que el joven rico lo siga de manera radical. Cual-quiera de nosotros traduce esta exigencia ––vender cuanto se tiene, en lo material; deshacerse de toda seguridad económica, dándola a los pobres–– como un riesgo que no puede correrse de modo irresponsable. Y tenemos razón. Sería un error interpretar que a cuantos queremos seguirlo, Jesús nos pida una decisión tan comprometida. La responsabilidad que tenemos sobre nuestros bienes materiales nos demanda ver primero por cuantos dependen de nuestro patrimonio, y después por nuestro propio futuro. La exigencia de Jesús no debe interpretarse en términos simplistas, como el acto ––a veces irresponsable–– de volverse indigente, sino como la decisión personal de no permitir que cosa alguna se interponga entre Él y nosotros. Así, la esencia de esta exigencia de Jesús radica en no confiar en cuanto hemos construido con nuestros esfuerzos más que en Él. Y en alcanzar la perfección.

El joven que quiere alcanzar la vida eterna ha debido de aprender que la vida definitiva no se obtiene por relación con un código, sino con una persona, la persona de Dios, el que es el Bueno. Este joven rico estaba acostumbrado a cumplir con la ley religiosa, pero sin comprometerse bien a bien con su hermano y, a través de este, con Dios. Así, lo único que tiene que hacer el joven rico, y nosotros hoy, es cumplir los mandamientos que tocan al prójimo (Ex 20,12-16; Dt5, 16-20; 24,14), porque la relación con los hombres determina la intimidad con Dios.

Pero pongamos atención a una última idea: si quieres llegar al final, es decir, si quieres ser perfecto. Se ve que este joven desea cumplir a Dios, pero la única forma que conoce para hacerlo es inmadura, ciñéndose a la norma. Jesús le propone dar un salto definitivo en su vida: que todo lo que ha logrado en lo material, y podemos agregar en lo espiritual, le sirva para ayudar a los más necesitados.

Una pregunta que parece ociosa, aunque en realidad no lo es, sino que ayuda a comprender mejor la exigencia de Jesús, es la siguiente: el joven rico, que no pudo deshacerse de sus riquezas, pero que seguramente vivió a pie juntillas su religión, basado en la norma que le enseñaron sus sacerdotes, ¿se salvó o no? Y la respuesta es sí, que seguro se salvó. Era un hombre bueno. Sin embargo, para llegar hasta el final de la novedad que Jesús nos ofrece, para lograr ser perfectos en el proyecto de Jesús, le faltó un poco más.

¿Cuánto me falta a mí para alcanzar la vida eterna? Es probable que me falte mucho. El testimonio de San Agustín nos sirve para entender que el único que sacia nuestras hambres de eternidad, de infinito, de verdad, libertad, amor y felicidad es Dios.

Oración:
Señor Jesús, gracias por darme la oportunidad de llegar hasta el final. Yo también, igual que el joven rico, anhelo alcanzar la vida definitiva. No permitas que mis seguridades terrenas me impidan seguirte y poner toda mi confianza en ti y en el programa del Reino de los cielos. Ayúdame a vencer mis apegos y a seguir esa voz interior que me llama a ser perfecto. Hace tiempo que nada me consuela. Sé tú mi consolación. Satisface mis ansias de infinitud.

Permite que junto con los míos, en casa, vivamos pendientes de la caridad. Que todas nuestras relaciones humanas se orienten a agradarte y amarte. Amén.

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